jueves, 28 de febrero de 2013

Cuento nocturno para un Cocodrilo....

-Cuando te tenga enseñada, luego volarás sola y ya si te visto no me acuerdo.
Dijo el hombre con voz áspera y mirando hacia el horizonte...
-No me estás enseñando nada, ¡no me distraigas!, mis dedos están disparando...
Dijo ella, algo irritada y también excitada con una pluma en la mano.
La observa con una mirada malvada, seductora. Es el hombre que le arranca la ropa escaneando su cuerpo con la mirada, el que le sujeta las caderas con el pensamiento y el que hace su cuerpo erizar con el roce de su cara y lo suave de su aliento.
-¡hazme el amor sin soltar la guitarra! hazlo despacio, despacito, sin prisa, colócala detrás de tu espalda pero no te deshagas de ella o hazlo cuando no me de cuenta.
Esa era la misma guitarra que le regalaba un orgasmo en el minuto 2:33 de aquella canción que él usó como tarjeta de presentación. Recorría en ese momento una profunda y mágica sensación de placer que le hacía cerrar los ojos, retorcer su cuerpo e intentar arrancarle la piel a las sábanas destendidas de su cama, aquella cama siempre testigo de sus placeres más perversos, viciosos, siniestros, calurosos, húmedos, suyos, y ahora de él.
-Usa de musa mi vientre azul marino, muerde mi espalda blanca, aprieta fuertemente mis manos cada vez que ese electrizante deseo te recorra todo el cuerpo, conversa con mis lunares, sedúcelos muy lento, piérdete en mi pelo, en mi olor a vainilla, entre mis piernas,  resbálate ligero por las curvas que me convierten en mujer...en la tuya.
Le gritaba ella a través de la mirada, pero nunca dijo nada, aún así, no era necesario, esas ganas de él le brotaban por los poros de la piel.
La música es su mortal navaja, esa navaja con filo que acaricia su cuello. ¡Mátala! pero no sin antes morderle el cuello, besarle hasta las entrañas. Desfila por cada una de sus curvas, de izquierda a derecha, de arriba a abajo, de cielo al mismísimo seductor infierno. Hazla enfadar, que enojada se le sonrojan las mejillas, le brilla ese par de ojos redondos, grandes y redondos, verdes y redondos, intensos y redondos. Su desnuda figura se ve mejor con el calor del cuerpo que con la ropa y así siempre te ha gustado más. ¿A caso no hay más excitante sensación que la de la caricia de sus dedos recorriendo todo su cuerpo, sabiendo que esos mismos dedos crean magia al tocar?
Él le hace el amor usando una guitarra, ella se lo hace con sus letras...
Para ella es imposible serle infiel, tiene su par de piernas a su merced, siempre dispuestas, siempre nerviosas, siempre alerta, pero siempre, siempre.
Es tuya, demuéstrale que siempre ha sido tuya, que la sensualidad de sus letras te pertenece hasta que el sonido de tus manos se pierda en uno de sus textos y no encuentre manera de regresarlo a su cuento.
Pero ¡cuidado! que ella quema, esa inocente facha, esa mirada melancólica, esa sonrisa falsa que atrapa, te destrozará el alma si no sabes deslizarla. O la enamoras o te desarmas y te desangra.
De cualquier manera, de cualquier forma, entre la música y las letras, entre el deseo y la distancia, entre su juego y sus miradas. Diga lo que diga, su ausencia se siente allí cuando el horario incómodo se se interpone entre ese par.
Descansa querido incompleto, si tú estuvieras aquí, de cualquier manera, de cualquier forma cuando me tengas enseñada, luego volaré sola y  si me viste yo no recuerdo.