domingo, 17 de marzo de 2013

You are afraid, right?


Tal vez aprender a manejar la máquina del atrevimiento, para viajar instantáneamente a los límites de la vida inmediata, para fundar de vez en cuando un breve paraíso sin porvenir ni pasado, sin el doble chantaje de la nostalgia y del miedo...
Herbert George Wells

El reloj viejo de pared que me vio crecer anunciaba sin prisa y sereno que faltaban 25 minutos para la media noche. Recuerdo bien ese momento en la casa de mi madre, era el último día del 2012, el último día de aquel año que cerraría un ciclo de vida, de aprendizaje emocional, de una tortura existencial (que ya contaré en un nuevo blog cuando me arme de valor). Era, sin lugar a dudas, el momento en el que estaba dispuesta a decretar que el nuevo año que el calendario romano estaba a punto de dar a luz sería precisamente eso, mi año de luz y que todo lo que viniera con él me traería experiencias que me harían crecer como persona. Ese año 2013 debía ser mi año, sin embargo, nunca imaginé en aquel sillón incómodo de la sala donde estaba observando las manecillas del reloj moverse tan lento, las consecuencias que hasta hoy me deparaba el destino.
Guatemala figuraba desde el año pasado como un destino terrenal que debía pisar de alguna manera. Primero fue un posible encuentro por medio de un voluntariado internacional en un lugar de selva (del cual no recuerdo el nombre), en donde mi función sería ayudar a una comunidad maya a "levantar" unos bungalows ecológicos que beneficiaría al sustento de aquellos lugareños. Por un error de cálculos con mis días de descanso laboral me fue imposible cumplir mi cometido. Me deprimí un poco pues me daba cuenta de que una de las pasiones que hacen nutrir mi alma, como la de participar con ONG´s, se veía estancada, al chocar con las actividades de mi vida profesional.
Sin embargo, aquel dicho que suelo utilizar de mancera circunstancial que dice "lo que te toca, te toca aunque te quites y lo que no te toca, aunque te pongas" se hizo presente con el nombre de Guatemala nuevamente, pero ahora de manera laboral. 
La decisión de cambiar completamente la rutina de vida en un país extraño, que ilusamente pensaba sería algo muy parecido a estar en México por la cercanía, me llevó poco tiempo tomarla pues la imagen del reloj y sus manecillas lentas rondaba por mi cabeza recordándome a cada momento mi decreto.
Lo que más me pesó fue el abrazo de despedida de mi hermana y mis padres, los dos últimos en aquel aeropuerto internacional, el que por cierto ha marcado mi vida de manera tan profunda que ha dejado llagas que aún duelen (de manera nostálgica) a pesar del tiempo. El último abrazo que les di venía acompañado de lágrimas, que se incrementaron al verlos parados, desde la ventanilla del avión en un puente, que hasta ahora no sé como se las arreglaron para encontrarlo y despedirme agitando una mano como tradicionalmente lo hacían desde la terminal de autobuses cuando viajaba desde mi ciudad natal hacia la ciudad donde hice la universidad y mi ciudad de vida laboral. Esa imagen que me acompañó casi dos horas de vuelo, no me dejaba detener el llanto y continuamente pensaba en si la decisión que había tomado era la correcta, si todo estaba marchando como debía, imploraba una y otra vez porque apareciera de manera divina una señal que me dijera que lo que estaba haciendo era lo correcto, pero ¿sabes algo? no hay manera de saberlo, no hay manera humana de comprobarlo hasta que recorres la estela que dejan tus decisiones, las acciones, la experiencia, la vida misma, el camino de los sueños, las huellas de los pasos, de la esperanza, el ataúd en donde entierras el "que hubiera sido si..."
Estar en tierra maya rodeada de deidades ancestrales y en tan poco tiempo, me ha hecho encontrarme conmigo misma, me ha hecho en el poco tiempo que llevo aquí, valorar cada uno de los regalos más hermosos de la vida misma: la familia carnal en primer lugar, la familia que eliges que se compone de tus buenos amigos, el lugar donde naciste, tu bandera, tu cultura, la comida ¡oh! como he sufrido con la comida. Estar en un lugar desconocido, ajeno a ti y a tus costumbres, que te arranca de tu zona de confort  y pone a prueba tu habilidad de supervivencia, tu capacidad de manejar la soledad, esa soledad que se vuelve tu peor enemigo o tu mejor amiga. Te hace también sacar el coraje y hay experiencias que te hacen sentir que estás realmente vivo, como la que te contaré ahora...
El fin de semana pintaba diferente, fui invitada por una linda familia a una boda, con la intención más tierna de rescatarme de mis actividades rutinarias. La boda fue en una calurosa tarde de sábado, en Antigua Guatemala, un lugar maravilloso, como salido de un cuento, un lugar de ensueño. Todo iba tranquilo, sin acontecimientos fuera de lo común, pasé la noche en un hotel rústico y lindo. Al día siguiente (domingo)  tomé la decisión de quedarme a experimentar uno de los rituales religiosos más importantes en estas "semanas santas". Como muchos saben no soy una persona religiosa, me considero más bien espiritual, sin embargo, no podía perderme dicha tradición de talla internacional. Ojo: por mi ignorancia hacia dicho tema, me limitaré a entrar en detalles. 
Este día me encontraba sola, sin acompañantes de historia, observando, absorbiendo como esponja los rayos del sol que doraba mi piel, viviendo el fervor de fe de miles de personas de todo el mundo.
Una vez concluído mi cometido dominical, del cual estaría orgullosa mi mamá, me dediqué a buscar por largo tiempo la manera de regresar a Cd. de Guatemala de una manera segura, por haber sido un viaje improvisado era de suponerse la dificultad de encontrar una agencia confiable que me asegurara un viaje placentero y sin ningún contratiempo para regresar. Finalmente encontré una una agencia que me hizo calmar mis nervios.
Esperé un par de horas recorriendo las calles, después me resguardé del calor infernal en una cafetería en donde leí un rato. He de mencionar que mi humor estaba de lo más relajado, estaba aprendiendo a explorar sola el mundo.
Siempre me he catalogado (en forma de queja) como una mujer físicamente universal, subrayo esto porque este día, tanto en la cafetería como en la agencia de viajes me hablaban en inglés,  cosa que prefería no discutir pues mi cansancio aumentaba y me remitía a asentir con la cabeza a las instrucciones que me daba la pareja que estaba a cargo de dicha agencia y que desbordaba estrés, enojo y cansancio por un día largo. 
La vagoneta era mi pequeña torre de babel con ruedas, se componía mi compañía por un "gringo", tres alemanes, un inglés, dos canadienses y una mexicana que ha vivido toda su vida en Estados Unidos, con la cual compartí nostálgicamente un par de historias.
Desde el inicio del viaje me sentí un poco nerviosa pues partimos media hora después de la hora acordada y ya estaba oscureciendo, además, nuestro "elegante" conductor tenía la amabilidad de un empleado burócrata de alguna dependencia de gobierno mexicano (sin ánimos de ofender), las maletas de mis compañeros de viaje fueron tratadas como verdaderos costales de papa. A lo largo del eterno viaje aumentaba  mi preocupación pues ya se hacía tarde  y se me había indicado que la vagoneta me dejaría en un hotel desconocido para posteriormente pedir mi taxi que me llevaría a mi "home sweet home". El chofer que manejaba como alma que lleva el diablo, no paraba de externar su mal humor por teléfono diciendo a su interlocutor que estaba cansado y con sueño, como te imaginarás, la otra mexicana y yo que éramos las únicas que entendían español, sacamos nuestro lado religioso encomendándonos a dios sin decir nada, aunque decíamos todo con la mirada.
La primer parada fue en una terminal de autobuses, donde se quedaron varios pasajeros, después bajó mi compatriota en otra terminal que se veía más decente que la anterior. Seguimos con el recorrido nocturno y mi aspecto cambió a terror pues el chofer nos metió a una zona que a simple vista parecía todo, menos un lugar seguro y tranquilo. Llegando a la última parada que era la mía, nos solicitó a mi y al último chico que quedaba (en inglés por supuesto) que bajáramos de la unidad de inmediato. Bajamos en algo parecido a todo menos a un hostal o a un hotel en donde nos recibió un chico de aspecto latino y muy agradable (que me hablaba ¿por qué no? en inglés). De pronto me percaté que estaba cerca de casa y también me vi rodeada de otros 3 hombres que parecían ser los guardaespaldas de la persona que aguardaba la llegada del que venía conmigo. La primer reacción instintiva y desesperada fue abrir la boca y hablarles en inglés, importándome muy poco si alguien ahí hablaba español, me dirigí al chico que se bajó conmigo y le pedí suplicante que me acompañaran caminando hasta mi humilde residencia. El amable chico de aspecto latino custodiado por los otros 3 hombres me vio con la misma mirada con la que he observado a un conejito tembloroso y temeroso en la esquina de una cajita de zapatos y me dijo en inglés "you are afraid, right?" , suspiré y asentí con la cabeza. Le indicó a uno de sus guardaespaldas que me acompañara hasta estar lo más cerca de mi casa. Agradecí, me despedí y comenzamos la caminata, hasta ahora, la caminata más larga de mi vida y la más temerosa. Agradecí metros antes de llegar al complejo de apartamentos su escolta con una sonrisa y con un billete de 20 quetzales y apresuré el paso hasta la puerta de mi casa.
Cuando estaba introduciendo la llave en la cerradura, paré un momento, recargué la cabeza en la puerta de madera, suspiré aliviada, agradecí a todas las deidades divinas y supe que algo más grande que yo me protegía esa noche, estoy segura que mi ángel protector me acompañaba.

Yo decreté que este año sería mi año de aprendizaje y que las cosas serían para bien, sin embargo nunca tomé en cuenta las infinitas formas en las que vendrían envueltos dichos obsequios de vida...

"Tal vez aprender a manejar la máquina del atrevimiento, para viajar instantáneamente a los límites de la vida inmediata, para fundar de vez en cuando un breve paraíso sin porvenir ni pasado, sin el doble chantaje de la nostalgia y del miedo..."

Herbert George Wells y su texto que acompaña al inicio y al final de este blog, aparecieron sin necesidad de buscarlos,  una lección de vida... lo dejo a tu criterio, querido lector.